Si acaso tuvieras razón, otra sería mi oscuridad. Aún la mirada más profunda puede no saber dónde detenerse, y perderse en lo desconocido -por mera curiosidad- sin mapa ni brújula (¿de qué servirían?).
Si acaso volviera a los laberintos, teme. Mi Alma arde en conocimiento del otro lado, alimentada por mil Soles que no llegan hasta aquí.
Tu mirada sabe que no se equivoca. Ciega de Deseo y enfermedad, desoye su presagio.
Es una Danza de la Muerte, ésta, y aquí no se puede apostar. Sentate y mirá, observá un rato la espiral hasta que en el Silencio escuches nada más que mi voz, estridente como el graznido de un cuervo, ineludible y provocadora.
Ahora viene la parte difícil, pues nada se obtiene sin mérito. Has de prometer someterte a mi Voluntad, ser Lujuria cuando quiera, ser esclavo a mis matices, hasta que sólo seas recuerdos.
Pon esta soga alrededor de tu cuello y conviértete en Mí. Serás una Sombra, fundida desde dentro en ríos de un magma que se enfría, lentamente, en colores ocre bastante gastados.
Yo cerraré la puerta por ti.