La peor tortura que se puede sufrir es la indiferencia de parte de la persona que uno ama... Morir en cada intento, siente sus nervios electrizarse y el fuego se enfrenta a la lluvia cara a cara, para saber si la ilusión que el primero representa mutará o desaparecerá extinguiéndose por la segunda intención de aquellos ojos que miraban complacientes, cuyo verdadero mensaje, tan indescifrable como la misma mente humana, sólo era delatado por un imperceptible movimiento de la ceja derecha del locutor, signo característico en él, y de cuya imperceptibilidad se enorgullecía. Tal vez no era la mejor manera pero, ¿desde cuándo el orgullo excesivo fue fructífero? ¿O totalmente insignificante? No lo sé, todo dependerá de la latitud y profundidad con que me sumerja en esta vida, celebrando aquel nefasto festín de hipocresía y frialdad. Aún así cada uno de los participantes conocía las reglas a la perfección, y las acataban a rajatabla, haciendo de esa secreta ceremonia un obscuro deporte en el que no importaban ganadores ni perdedores, sino destriudos y destructores.
Cada uno con su lime, tres persona arman un relato...
A libre interpretación...